"Cambiaba de vestimenta al menos cinco veces cada día y su debilidad exquisita eran los peinados, no tenía en la cabeza otra cosa que la moda; pero un día dejó de hacerlo… ese día cayó esta cabecita tan cuidada. Así es, hablamos de María Antonieta; la primera fashionista de la historia..."
La moda ha estado de moda hace mucho tiempo y dejó de ser, hace mucho tiempo también, privilegio exclusivo de la aristocracia; hoy se ha democratizado, surge en esas calles de cualquier lugar, donde los próceres diseñadores se inspiran en propuestas que gente como tú o yo, dejando a un lado los convencionalismos sociales, les regala y que, en la próxima temporada, podremos quizás ver sobre una pasarela. Hoy, Moda no es sólo una semana en La Gran Manzana, París, Cibeles o Milán; es globalización y expresión, pero aún tiene obstáculos; si bien pensaríamos en el factor económico por basarse en la Alta Costura, irónicamente en geografías como nuestra blanquísima ciudad sus detractores son otros: el “miedo al qué dirán”, los complejos, el temor a desencajar y a decir ¡yo impongo moda! que nos reduce a pensar, que la moda se limita a t-shirts con siluetas de cérvidos, aves o reptiles que inhiben la creatividad de muchos, prefiriendo mimetizarse con el colectivo antes que ser señalados. Preciso aclarar, que no estoy en contra de estas marcas; coincido en que finalmente, cada uno se vista como le plazca y acorde a la situación; pero como una enamorada de la moda, las tendencias y estilo propio, como una adicta a la sensación de pararme frente al espejo y ser capaz de decir “soy yo”, no señalar la importancia de vestirse de uno mismo, sería por mi parte incongruente.
Cuando por moda se evoca únicamente a fenómenos mercadológicos, no puedo evitar preguntarme: ¿Qué pensaría Gabrielle Chanel cuando los meridanos salimos de antro clonados los unos de los otros?; ¿Mermaría la creatividad de Vionnet si “ir un poco más allá” que el código impuesto por el maniquí de una plaza comercial se considerara por la sociedad “hacer el ridículo”?; ¿Sería Yves Saint Laurent parte de la manada?; ¿Christian Dior, imprimiría sus iniciales en t-shirts de todas las tallas y nos vestiría en serie?... No confundamos estar a la moda con ser víctima de ella; volvamos a la cordura, es decir a Chanel cuando afirmaba “la moda se pasa de moda, el estilo jamás”. Atrevernos a explorar la moda, a cuestionarla y experimentarla nos permite adaptar sus propuestas a nuestras necesidades creando estilo propio y llevando sólo lo que nos favorece; y entonces sí, desde esta perspectiva, hacernos las preguntas adecuadas: ¿Cómo vestiría Valentino a un yucateco para que aguante el calor?; ¿Cómo adornaría Lanvin mi curvilínea figura?; ¿Cómo traducir Balenciaga a mis posibilidades económicas?...
La moda te permite mucho con poco; “conocer de moda” no precisa vestir couture, es ser capaz de combinar “trapitos” de segunda mano con prendas de diseño; reconocer un buen tejido se compre en el extranjero, en el más exclusivo almacén o en el más democrático de los mercados… Si aún no lo haces ¡descúbrela!; experimenta y enriquece tu look con sus propuestas, ¡atrévete a vivir la moda!; a expresar quién eres, a proponer, a traducir la moda en estilo; a conocer que es mucho más que cuatro marcas comerciales, que tiene mucho menos de superflua de lo que se piensa y que sus líneas, formas y texturas son expresión de quienes somos como humanidad. Yo, por mi parte, me comprometo a acercarte a ella, a darte las pautas para traducirla en estilo propio y adecuarla a nuestro caluroso clima; y sobre todo, a poner todo el esfuerzo en que como a mí, finalmente, te enamore.
Nota de mi propia autoría, recuperada desde: Revista Alejandro Cano /noviembre 09.